El origen del fetichismo

Hay tantas formas de disfrutar del sexo como personas, y es que cada uno de nosotros tiene su propia manera de entender y gozar de esa excitación, o incluso de conseguirla. Es cierto que el placer, entendido como orgasmo en el punto más álgido de una relación sexual, es siempre el mismo para todos, aunque cada cual lo siente y lo disfrute a su manera. Sin embargo, es la manera de llegar a ese punto de placer máximo lo que hace que las diferencias surjan entre unos individuos y otros, teniendo cada cual sus propias filias, formas recurrentes de excitarse con objetos o prácticas. Cuando estas filias tienen que ver con objetos inanimados, o con partes del cuerpo muy concretas, se las conoce como fetiches, palabra de origen portugués que tiene una connotación casi mística, ya que en un primer momento fue atribuida a los ídolos religiosos primigenios, a los que se les imaginaba con cualidades mágicas y sobrenaturales.

Los fetiches sexuales no llegan a ese punto, pero sí que tienen cierto parecido en el sentido de que una persona puede llegar a obsesionarse con ciertos objetos y dotarlos de una connotación sexual muy fuerte, a veces incluso imprescindible para conseguir la excitación que buscan. Actualmente, el fetichismo se entiende como parte de los gustos y filias sexuales, siempre que no lleguen a afectar de manera negativa o destructiva a la propia persona o a los demás. Existen todo tipo de fetiches, algunos muy sorprendentes, que en muchos casos se mantienen en privado para que las personas que disfrutan con ellos no sean considerados como “bichos raros”. Y es que, como todo lo que rodea el sexo, hay fetiches que se entienden como normales, solo por ser muy populares o estar muy extendidos, y otros que, al ser algo más extraños, ya no se tienen tan buena prensa. En este artículo vamos a profundizar en este término, su historia y cómo han llegado a nuestros días.

Qué es el fetichismo

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El fetichismo, siempre refiriéndonos a su concepto sexual, es una parafilia que desarrolla una persona por un objeto cualquiera o una parte concreta del cuerpo de otras personas, a través de la cual logran una excitación mayor y facilitan el punto climático de placer. Un ejemplo muy sencillo de entender es el de los zapatos de tacón, fetiche para muchos hombres, que sienten una mayor excitación cuando la mujer con la que están los lleva, suponiendo un impulso importante para su libido. El fetichismo dota a objetos inanimados de cierta influencia sobre su propio estado de excitación, y desarrolla ese gusto, rozando a veces la obsesión, por disfrutar con ese tipo de objetos. El manual DSM, en su última versión, la IV, lo considera una parafilia inofensiva siempre que no llegue a afectar negativamente en la vida laboral y social de la persona que tenga ese fetiche.

Origen e historia del fetichismo

Como adelantábamos arriba, la palabra fetiche no surge para referirse a lo sexual, sino más bien a lo religioso. Su origen está en Portugal, donde se llama feitiço a esos pequeños objetos o incluso representaciones de ídolos religiosos que, según sus portadores, tendrían propiedades sobrenaturales o mágicas. Casi como una especie de amuleto. El significado original de la palabra portuguesa se refiere a la magia, pero también hace referencia a una manía, algo mucho más cercano al significado que hoy en día le damos a estos fetiches sexuales. El concepto, todavía dentro del aspecto religioso, fue popularizado a finales del siglo XVIII en toda Europa. Un siglo después, Sigmund Freud y los psicoanalistas ya lo llevarían a un nuevo terreno, hablando de los fetiches sexuales como filias perversas que el sujeto desarrolla de forma inconsciente.

Fueron los psicoanalistas de principios de siglo los que mayor difusión dieron al fetichismo sexual, considerándolo siempre como algo negativo y que afectaba a aquellos que lo sufrían. Sin embargo, con el paso del tiempo, el término simplemente evolucionó hacia una filia más, una demostración de nuestros gustos personales y sexuales. El aperturismo sexual de los años 60 permitió que los fetiches se convirtieran en algo mucho más normal, y que la gente que ya los tenía, pero desconocía el término, se diera cuenta de que en mayor o menor medida, todos somos fetichistas, porque todos desarrollamos un gusto especial por ciertas prendas, ciertos objetos concretos o ciertas partes del cuerpo que en principio no deberían tener una connotación sexuales. Es decir, el fetiche de un hombre al que le gustan los pechos de las mujeres es tan obvio que ni siquiera se considera fetiche.

El fetichimo en nuestros días

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Actualmente, el fetichismo sigue siendo visto de una forma algo peyorativa, ya que a pesar de lo explicado anteriormente, solo se consideran fetiches los objetos “raros”, que jamás pensamos que pudieran generar esa excitación en otra persona. El fetichismo sigue estando hoy por hoy muy relacionado con las parafilias sexuales más ocultas, con el sexo extremo, el sadomasoquismo y la dominación. Los látigos, las esposas o la ropa de cuero son fetiches habituales en este tipo de fantasías, y por eso la mayoría considera que tener fetiches es solo para aquellas personas que buscan ir más allá en esto del sexo, cuando en realidad cualquier puede tener un fetiche, aunque no nos demos cuenta de que lo es.

¿Cuáles son los más comunes?

Por su propia definición, los fetiches son algo muy personal, algo que cada uno tiene y desarrolla, de manera consciente o inconsciente. Sin embargo, es cierto que con el tiempo se han desarrollado algunos fetiches que son muy populares, y al ser compartidos por muchas personas se convierten en algo más normalizado. Hablamos, por ejemplo, de los tatuajes y los piercings, cada vez más populares, y que suponen el ejemplo perfecto de cómo este tipo de objetos o marcas consiguen excitar sobremanera a una parte de la población, mientras que a otra parte incluso les provoca el efecto contrario. El fetiche de la ropa interior es tremendamente habitual, sobre todo si está usada por una persona que nos provoca un fuerte deseo sexual. Por último podríamos hablar también de los disfraces, fetiches muy habituales que hacen que las fantasías de hombres y mujeres lleguen a un punto de excitación mayor. De bombero, de enfermera, de policía… Los disfraces son y serán siempre uno de los fetiches más populares y comunes, porque casi todos tenemos una fantasía favorita a este respecto.