¿Es el sexo un derecho?

Desde hace décadas, el ser humano ha estado amparado, de forma natural y gracias a una declaración universal, por una serie de derechos. Derecho a la vida, a la vivienda, a poder disfrutar de alimento y agua, a disponer de un trabajo digno, a no ser discriminado de ninguna forma por su raza, sexo o religión… Parece mentira pero hasta mediados del siglo XX estos derechos no estaban recogidos en muchas leyes nacionales. De hecho, tuvieron que pasar años para que algunos países se hagan eco de ese tipo de derechos. Y todavía hoy, en la actualidad, hay naciones que niegan los derechos más fundamentales a algunos de sus habitantes, por razones de todo tipo. Las mujeres, por ejemplo, conforman la mitad de la población del planeta, pero hay lugares donde sus derechos están muy por debajo de los de los varones. Y esta es una situación que se repite también con personas de color, emigrantes o incluso discapacitadas.

La sociedad siempre aspira al progreso, y dentro de esa idea se recalca la igualdad de derechos entre todos los seres humanos, sin distinción. Hay derechos que ya se entienden como lógicos, como el acceso a la comida y el agua, pero todavía no se han asegurado en todo el mundo. Dependerá mucho del país que visitemos, para poder encontrar una situación que esté a la altura de esas Declaración Universal de Derechos, o que se quede a medias. Incluso en los países más avanzados de Europa y Norteamérica queda todavía mucho camino por andar. Y es que al final, la sociedad avanza y se enfrenta a nuevos retos, a nuevas realidades que inciden en la necesidad de nuevos derechos universales. Por ejemplo, ¿tenemos todos el derecho al acceso a Internet para obtener información? ¿Tenemos el derecho a la eutanasia, a muerte digna, algo tan discutido en los últimos tiempos en muchos países? Son preguntas que sin lugar a duda están dando mucho que hablar, como también el propio derecho al sexo, o más bien, al placer sexual. ¿Es una necesidad vital para el ser humano ese placer, o solo algo que nos ayuda a hacer la vida algo menos dura?

Una necesidad fisiológica

Vamos a intentar dar respuesta a esta polémica, primero acudiendo a la ciencia. Los biólogos y antropólogos siempre han considerado que la reproducción es uno de los fines más importantes de cualquier ser vivo. Estamos aquí para poblar el planeta, para dejar nuestro legado genético en este mundo. Es cierto que la sociedad se ha ido apartando poco a poco de esta idea, hasta el punto de que muchas mujeres hoy en día ni siquiera se plantean ser madres. Pero eso, al final, no tiene que ver con el sexo. ¿Es el placer sexual una necesidad ineludible para el hombre y la mujer? Muchos expertos apuntan a que de hecho, el bienestar sexual es uno de los pilares de la propia felicidad. Eso sí, dicho bienestar no tiene por qué estar proporcionado por otras personas. De hecho, hay mucho más sexo de lo que uno puede pensar en un principio.

Su consideración como placer, pero no como derecho

Para la mayoría, el sexo consiste en tener una relación completa, incluyendo coito o penetración, con otra persona. Y sí, está claro que para la reproducción, por ejemplo, esta es la única vía en la que el sexo se puede determinar. Sin embargo, existen muchas otras formas de placer sexual que no tienen que ver directamente con la penetración. Por ejemplo, el sexo oral, los tocamientos, las caricias, las masturbaciones mutuas… De hecho, también es posible disfrutar del sexo uno mismo, a través de la masturbación propia. Está claro que el sexo con otras personas cuenta con una serie de ventajas diferenciales que lo hacen más deseable. Pero a la vez, esto también puede suponer un obstáculo, ya que debemos encontrar a alguien que esté dispuesto o dispuesta a disfrutar del placer con nosotros de esa misma manera.

Y es aquí donde esta discusión se pone seria y peliaguda. Un derecho propio y personal no puede depender del consentimiento de otros seres humanos. Es decir, nuestra necesidad sexual puede canalizarse a través del placer propio, pero nunca imponerse a otra persona, solo por nuestro propio deseo. Si no tenemos pareja sexual, ¿estamos en nuestro derecho de “exigir” el sexo como una obligación a los demás, en tanto que es un derecho propio? La mayoría de países desarrollados desestiman esta opción y lo consideran como un placer, pero no un derecho en sí mismo que podamos exigir. Precisamente porque si nadie quiere tener sexo con nosotros, por el motivo que sea, no se les puede obligar a mantener una relación sexual de esa manera. Sería atentar contra su propia libertad, y eso está por encima del supuesto derecho al placer sexual.

Alternativas de pago

Para la mayoría esto no suele ser un problema, aunque sí que puede causar cierta frustración el no tener sexo con las personas que más nos gustan. Es algo en lo que influye también nuestra propia percepción del placer sexual, que es ahora más extendida que nunca por el porno en Internet. El sexo forma parte de nuestra vida, y como algo moderno, lo queremos disfrutar cuanto antes y de la manera más intensa, que sea toda una experiencia. Pero en ocasiones no hay personas dispuestas a tener encuentros sexuales con nosotros. Porque no les parecemos atractivos, porque tenemos algún tipo de problema… O incluso por una discapacidad, como ocurre en casos muy particulares, donde las personas con diversidad funcional parecen quedarse al margen del deseo sexual, cuando en realidad no es así.

El actor Telmo Irureta hizo un alegato en la gala de los Goya 2023, los premios del cine español, hablando sobre este tema. El intérprete, con discapacidad funcional, aseguró que las personas como él también existían y tenían deseos sexuales, que debían estar garantizados. De hecho, en muchos países existe la figura del asistente sexual, una persona que se encarga de satisfacer las necesidades sexuales de aquellas que no pueden hacerlo por sí mismas. Las palabras de Irureta levantaron mucha polémica, ya que algunos entendieron que el actor estaba aceptando la necesidad de la prostitución. La demanda de servicios sexuales a cambio de dinero sigue más en boga que nunca en nuestros días, y para muchos hombres es una alternativa a esta frustración sexual.

La frustración de muchos hombres

¿Entendemos, entonces, que el sexo no es un derecho? ¿Debemos asegurar el placer sexual de la población, aunque sea permitiendo que se pague por este tipo de servicios? La prostitución tiene un lado oscuro más que obvio, con la trata de personas, los abusos y la esclavitud sexual. Para muchos, esto no parece importar demasiado, con tal de saciar sus propias necesidades sexuales. Pagar por echar un polvo con una chica se ve como algo muy normal, aunque estemos “obligando” a esa mujer a entregarse en la intimidad simplemente porque necesita ese dinero. Es un tema complejo, con muchas aristas como hemos podido comprobar, pero al menos por ahora, la sociedad no entiende que el sexo deba ser un derecho, al menos de forma explícita.